“Ciertamente, la existencia de problemas filosóficos urgentes y serios, y la necesidad de discutirlos críticamente es, en mi opinión, la única justificación de lo que puede ser llamado filosofía profesional o académica. (...) Todos los hombres y todas las mujeres son filósofos; o, permítasenos decir, si ellos no son conscientes de tener problemas filosóficos, tienen, en cualquier caso, prejuicios filosóficos. La mayor parte de estos prejuicios son teorías que inconscientemente dan por sentadas, o que han absorbido de su ambiente intelectual o de la tradición.
Puesto que pocas de estas teorías son conscientemente sostenidas,
constituyen prejuicios en el sentido de que son sostenidas sin examen crítico, incluso a pesar de que puedan ser de gran importancia para las acciones prácticas de la gente y para su vida entera.
Una justificación de la existencia de la filosofía profesional reside en el hecho de que los hombres necesitan que haya quien examine
críticamente estas extendidas e influyentes teorías. Éste es el inseguro punto de partida de toda ciencia y de toda filosofía. Toda filosofía debe partir de las dudosas y a menudo perniciosas
concepciones del sentido común acrítico. Su objetivo es el sentido común crítico e ilustrado: una concepción más próxima a la verdad, y con una influencia menos perniciosa sobre la vida humana. (...)
Estoy persuadido de que la crítica es la sangre que da vida a la
filosofía; (...) pienso que la principal tarea de la filosofía es especular críticamente sobre el universo y sobre nuestro lugar en él, incluyendo nuestros poderes de conocimiento y nuestros poderes para el bien y para el mal. (...)
Todos los hombres son filósofos porque, de un modo u otro, todos
adoptan una actitud ante la vida y la muerte. Hay quienes piensan que la vida carece de valor porque tiene un final. No piensan que también cabe proponer el argumento opuesto: que si la vida no tuviera final no tendría valor, que es, en parte, el peligro, siempre presente, de perderla lo que nos ayuda a darnos cuenta del valor de la vida.”
(K. R. Popper, Cómo veo la filosofía)
constituyen prejuicios en el sentido de que son sostenidas sin examen crítico, incluso a pesar de que puedan ser de gran importancia para las acciones prácticas de la gente y para su vida entera.
Una justificación de la existencia de la filosofía profesional reside en el hecho de que los hombres necesitan que haya quien examine
críticamente estas extendidas e influyentes teorías. Éste es el inseguro punto de partida de toda ciencia y de toda filosofía. Toda filosofía debe partir de las dudosas y a menudo perniciosas
concepciones del sentido común acrítico. Su objetivo es el sentido común crítico e ilustrado: una concepción más próxima a la verdad, y con una influencia menos perniciosa sobre la vida humana. (...)
Estoy persuadido de que la crítica es la sangre que da vida a la
filosofía; (...) pienso que la principal tarea de la filosofía es especular críticamente sobre el universo y sobre nuestro lugar en él, incluyendo nuestros poderes de conocimiento y nuestros poderes para el bien y para el mal. (...)
Todos los hombres son filósofos porque, de un modo u otro, todos
adoptan una actitud ante la vida y la muerte. Hay quienes piensan que la vida carece de valor porque tiene un final. No piensan que también cabe proponer el argumento opuesto: que si la vida no tuviera final no tendría valor, que es, en parte, el peligro, siempre presente, de perderla lo que nos ayuda a darnos cuenta del valor de la vida.”
(K. R. Popper, Cómo veo la filosofía)
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