domingo, 23 de mayo de 2010

EL FETICHISMO DE LA MERCANCÍA. Para profundizar en este concepto.


En la sociedad de mercado la gente se vincula a través de la mercancía, con lo cual éstas adquieren características mágicas, esto es lo que Marx llama Fetichismo de la mercancía.
El fetichismo de la mercancía es un concepto de la filosofía marxista y de la economía marxista según el cual existe un fenómeno social/psicológico donde las mercancías aparentan tener una voluntad independiente de sus productores.
Según lo definió Karl Marx, el fetichismo es una relación social entre personas mediatizada por cosas. El resultado es la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las personas. Las personas se manejan como cosas y las cosas, como personas.
En el caso de la producción de mercancías, sucede que el intercambio de mercancías es la única manera en que los diferentes productores aislados de mercancías se relacionan entre sí. De esta manera, el valor de las mercancías es determinado de manera independiente de los productores individuales, y cada productor debe producir su mercancía en términos de la satisfacción de necesidades ajenas. De esto resulta que la mercancía misma (o el mercado) parece determinar la voluntad del productor y no al revés.
Marx afirma que el fetichismo de la mercancía es algo intrínseco a la producción de mercancías, ya que en la sociedad mercantil el proceso de producción se autonomiza de la voluntad del ser humano. Tal autonomía sólo desaparecerá cuando el ser humano controle de manera consciente al proceso de producción, lo cual sólo es posible hacerlo aboliendo la propiedad privada de los medios de producción y transformándolos en propiedad común, y de esta manera aboliendo el carácter mercantil de los bienes preservando sólo su valor de uso. O sea, una revolución en las relaciones de producción y de distribución de los medios de vida.
Marx también argumenta que la economía política clásica no puede salir del fetichismo de la mercancía, pues considera a la producción de mercancías como un hecho natural y no como un modo de producción histórico y, por lo tanto, transitorio.
De este fetichismo que se da prácticamente en la producción y el intercambio de mercancías viene la sobreestimación teórica del proceso de intercambio sobre el proceso de producción. De ahí el culto al mercado de parte de algunos economistas, que consideran a la oferta y la demanda como determinaciones fundamentales del precio de las mercancías (ley de la oferta y la demanda).
En el capitalismo las cosas adquieren propiedades humanas (se dice por ejemplo: “los mercados se tranquilizan”, “sube el dólar”) mientras que las personas se vuelven objetos, se cosifican.
Cuando los poseedores de mercancías comparan los distintos valores, en realidad están comparando las diversas proporciones de trabajo social (abstracto).
Toda mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio. La utilidad de una mercancía hace de ella un valor de uso, y la relación por la cual se cambia cierto número de valores de uso por otros es el valor de cambio. Esta equiparación se puede hacer porque hay algo en común en todos estos valores de uso y es que son productos del trabajo.
Marx diferencia trabajo concreto (crea valores de uso) de trabajo abstracto (dentro del capitalismo, crea valor, se cristaliza en mercancías). El trabajo es la base del valor. Lo que determina el valor es el trabajo medio socialmente necesario para fabricar algo.
La historia de este intercambio es primero el trueque, luego una mercancía sirve como forma de pago (por ejemplo la sal), más tarde el oro es el equivalente universal. Actualmente es el dinero.
El poder mágico del dinero consiste en que “cada individuo posee el poder social bajo la forma de una cosa. Arránquese a la cosa este poder social y habrá que otorgárselo a las personas sobre las personas.”

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