domingo, 6 de diciembre de 2009

LÍMITES DEL ESTADO. ¿Debemos desobedecer las leyes injustas?(XV)

Rothbard, M.N., La ética de la libertad.

Así, pues, el Estado no es simplemente una parte de la sociedad. [...] el Estado no es – en contra de lo que parece opinar la mayoría de los economistas utilitaristas del libre mercado – una institución social legítima, con tendencia a la ineptitud y la ineficiencia en la mayor parte de sus actividades. Muy al contrario, el Estado es una institución intrínsecamente ilegítima de agresión articulada, de crimen organizado y regularizado contra las personas y las propiedades de sus súbditos. Lejos de ser necesario para la sociedad, es una institución profundamente anti-social, que vive parasitariamente de las actividades productivas de los ciudadanos privados. En el aspecto moral, debe ser considerado como ilegítimo y situado extramuros del sistema legal libertario normal que delimita y asegura los derechos y las justas propiedades de los ciudadanos privados. Así, pues, desde el punto de vista de la justicia y de la moralidad, el Estado no puede poseer propiedades ni exigir obediencia ni obligar al cumplimiento de los
contratos cerrados con él ni tiene tan siquiera derecho a existir.
El argumento generalmente aducido en defensa del Estado sostiene que el hombre es un “animal social” que tiene que vivir en sociedad, que los individualistas y libertarios creen en la existencia de “individuos atomizados”, no influidos por ni relacionados con sus semejantes. Pero ningún libertario ha defendido nunca la idea de que los individuos sean átomos; muy al contrario, todos ellos han reconocido la necesidad y las enormes ventajas de la vida en sociedad y de la participación en la división social del trabajo. El gran non sequitur en que han incurrido los defensores del Estado, incluidos los filósofos clásicos aristotélicos y tomistas, es deducir de la necesidad de la sociedad la del Estado. Ocurre justamente lo contrario: el Estado es un instrumento antisocial, que paraliza los intercambios voluntarios, la creatividad individual y la división del trabajo. La sociedad es el marco adecuado para las interrelaciones individuales voluntarias, a través de los pacíficos intercambios del mercado. Podemos,
en este punto, mencionar la penetrante distinción de Albert Jay Nock entre el “poder social” – los frutos de los intercambios voluntarios en la economía y la civilización – y el “poder del Estado”, la interferencia coactiva y la explotación de estos frutos a cargo de las autoridades públicas.

No hay comentarios: