miércoles, 25 de noviembre de 2009

LÍMITES DEL ESTADO.¿Debemos desobedecer las leyes injustas? (X)



Max Stirner, El único y su propiedad.

La política, como la Religión, pretendió encargarse de la “educación” del hombre, conducirlo a la realización de su “esencia” y de su “destino”; en una palabra, hacer de él alguna cosa, es decir, hacer de él un verdadero hombre: la primera corriente entiende por eso un “verdadero creyente”, la otra un “verdadero ciudadano” o un “verdadero súbdito”. En suma, ya llaméis mi vocación divina o humana, ello viene a ser lo mismo.
Religión y política colocan al hombre en el terreno del deber. Debe llegar a ser esto o aquello, debe ser así y no de otro modo. Con ese postulado, ese mandato, cada cual se eleva no sólo por cima de los demás, sino también por cima de sí mismo. Nuestros críticos dicen: “Tú debes ser completamente hombre, debes ser un hombre libre”. Ellos también están en vías de proclamar una nueva Religión y de erigir un nuevo ideal absoluto, un ideal que será la libertad. Los hombres deben ser libres. No habría que extrañarse de ver aparecer misioneros de la libertad, semejantes a los misioneros de la fe que el Cristianismo, convencido de que todos los hombres estaban destinados a hacerse cristianos, enviaba a la conquista del mundo pagano. Y lo mismo que hasta el presente la fe se ha constituido en Iglesia y la moralidad en Estado, la libertad podría seguir su ejemplo y constituirse en una comunión nueva que practicase a su vez la “propaganda”. No hay evidentemente ninguna razón de oponerse a un ensayo de
asociación, cualquiera que sea; pero tanto más enérgicamente hace falta oponerse a toda resurrección de la antigua cura de almas, de la tutela, en una palabra, del principio que quiere que se haga de nosotros alguna cosa, ya sea cristianos, súbditos o libertados y hombres. [...]
Lo que el hombre puede alcanzar, eso es, por el contrario, lo que le pertenece: a mí es a quién pertenece el mundo. ¿Y qué otra cosa decís cuando declaráis que “el mundo pertenece a todos”? Todos es Yo, Yo y además Yo. Pero vosotros hacéis de “Todos” un fantasma que volvéis sagrado, de suerte que “todos” vienen a ser el temible señor del individuo. Y a su lado se levanta entonces el espectro del “Derecho”.

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