lunes, 2 de enero de 2012

¿ES POSIBLE EL CONOCIMIENTO OBJETIVO? OLIMPIADA DE FILOSOFIA

          Ahora bien, es verosímil que si el alma conociera alguna cosa, se conocería en primer lugar a sí misma; y si supiera algo fuera de ella, se trataría de su cuerpo y su envoltura antes que de cualquier otra cosa. Si vemos que hasta hoy los dioses de la medicina continúan debatiendo en torno a nuestra anatomía, (…) ¿Cuándo esperamos que se pongan de acuerdo? Estamos más cerca de nosotros mismos que de la blancura de la nieve o de la pesadez de la piedra. Si el hombre no se conoce, ¿cómo va a conocer sus funciones y sus fuerzas? Tal vez alberguemos algún conocimiento verdadero, pero es por casualidad. Y habida cuenta que, por la misma vía, de la misma manera y con el mismo proceso, nuestra alma acoge los errores, ésta carece de capacidad para discernirlos y para distinguir la verdad de la mentira (...) Es fácil ver que su posición [la de nuestro juicio] es muy poco segura. ¿Con qué variedad no juzgamos las cosas?, ¿cuántas veces cambiamos nuestras fantasías? Lo que sostengo y creo hoy, lo sostengo y creo con plena convicción; todos mis instrumentos y todas mis fuerzas empuñan esta opinión, y me avalan en todo lo que pueden. No podría abrazar ni mantener verdad alguna de manera más cierta. Estoy por entero en ella, estoy de verdad en ella. Pero ¿no me ha sucedido, no una vez sino cien, sino mil, y todos los días, que he abrazado cualquier otra cosa con los mismos instrumentos, en las mismas condiciones, que después he juzgado falsa? Al menos hay que hacerse sabio a costa de uno mismo. Si me he visto a menudo traicionado con este motivo, si mi piedra de toque suele resultar falsa, y mi balanza desequilibrada e injusta, ¿qué seguridad puedo tener en esta ocasión más que en las otras? ¿No es una necedad dejarme engañar tantas veces por un guía? Aun así, por más que la fortuna nos cambie quinientas veces de sitio, por más que no haga otra cosa que vaciar y volver a llenar incesantemente nuestra creencia, como un vaso, con nuevas y nuevas opiniones, siempre la actual y última es la cierta y la infalible (…)
          Al menos, nuestra condición falible debería hacer que nos comportáramos con mayor moderación y contención en nuestros cambios. Debería recordarnos, sea lo que fuere aquello que recibimos en el entendimiento, que recibimos con frecuencia cosas falsas, y mediante esos mismos instrumentos que se contradicen y engañan a menudo. Ahora bien, no es asombroso que se contradigan siendo como son tan fáciles de inclinar y torcer por ligerísimas circunstancias. Lo cierto es que nuestra aprehensión, nuestro juicio y las facultades de nuestra alma en general sufren según los movimientos y alteraciones del cuerpo, alteraciones que son continuas. ¿No tenemos el espíritu más despierto, la memoria más rápida, el razonamiento más vivo en la salud que en la enfermedad? ¿Acaso el gozo y la alegría no nos hacen recibir los objetos que se presentan al alma con muy distinto semblante que la aflicción y la melancolía? (…). Michel de Montaigne. Los ensayos. Libro II, capítulo XII. (págs. 843-449, ed. Acantilado)

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