lunes, 2 de enero de 2012

¿ES POSIBLE EL CONOCIMIENTO OBJETIVO? OLIMPIADA DE FILOSOFÍA

          Mi formulación del problema lógico de la inducción de Hume es la siguiente:
L1 ¿Se puede justificar la pretensión de que una teoría explicativa universal sea verdadera mediante “razones empíricas”, es decir, suponiendo la verdad de ciertos enunciados contrastadores u observacionales (los cuales, hay que decirlo, están “basados en la experiencia”)? Mi respuesta es como la de Hume: No, no podemos; ningún conjunto de enunciados contrastadores verdaderos podrá justificar la pretensión de que una teoría explicativa universal es verdadera. Pero hay un segundo problema lógico, L2, que constituye una generalización de L1 (…).
L2 ¿Se puede justificar la pretensión de que una teoría explicativa universal sea verdadera o falsa mediante “razones empíricas”? Es decir, suponiendo que los enunciados contrastadores sean verdaderos, ¿pueden ellos justificar la pretensión de que una teoría universal sea verdadera o la de que sea falsa? A esto respondo positivamente: Sí, suponiendo que los enunciados contrastadores sean verdaderos, basándonos en ellos podemos a veces justificar la pretensión de que una teoría explicativa universal es falsa(…). [Existe] un tercer modo de formular el problema de la inducción:
L3 Dadas varias teorías universales rivales, ¿es posible preferir unas a otras por lo que respecta a su verdad o falsedad, justificándolo mediante “razones empíricas”? La respuesta a L3 es obvia a la luz de la solución dada a L2: Sí, a veces se puede, si hay suerte, ya que puede ocurrir que nuestros enunciados contrastadores refuten algunas —aunque no todas— de las teorías rivales y, puesto que buscamos una teoría verdadera, preferiremos aquella cuya falsedad no haya sido demostrada.
          (1) Hay conocimiento en sentido subjetivo que consta de disposiciones y expectativas. (2) Pero también hay conocimiento en sentido objetivo, conocimiento humano, que consta de expectativas formuladas lingüísticamente sometidas a discusión crítica. ... la diferencia entre (1) y (2) tiene un gran alcance.”
          Por tanto, desde el punto de vista del conocimiento objetivo, todas las teorías son conjeturas. Desde el punto de vista de la vida práctica, pueden ser mucho mejor discutidas, criticadas y contrastadas que todas las demás cosas que acostumbramos a tomar como base de acción y a considerar como ciertas.
 K. R. Popper, Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista.

          La objetividad descansa en la crítica, en la discusión crítica, y en examen crítico de los experimentos.
K. R. Popper, El mito del marco común, Ed. Paidós, p. 25.
         
          Entre los inquilinos de mi “tercer mundo” se encuentran especialmente los sistemas teóricos y tan importantes como ellos son los problemas y las situaciones problemáticas. Demostraré también que los inquilinos más importantes de este mundo son los argumentos críticos y lo que podríamos llamar —por semejanza con los estados físicos o los estados de conciencia— el estado de una discusión o el estado de un argumento crítico, así como los contenidos de las revistas, libros y bibliotecas. Naturalmente, la mayoría de los que se oponen a la tesis del tercer mundo objetivo admiten que hay problemas, conjeturas, teorías, argumentos, revistas y libros. Mas todos ellos suelen decir que estas entidades son esencialmente expresiones simbólicas o lingüísticas de estados mentales subjetivos o, tal vez, de disposiciones comportamentales a la acción. Dicen, además, que estas entidades son medios de comunicación —es decir, medios simbólicos o lingüísticos mediante los que despertamos en los demás estados mentales o disposiciones comportamentales a la acción semejantes a los nuestros. Contra esto he objetado muy a menudo que no se pueden relegar todas estas entidades y su contenido al segundo mundo. Repetiré uno de mis argumentos típicos en favor de la existencia (más o menos) independiente del tercer mundo. Examinaré dos experimentos mentales:
Experimento (1). Todas las máquinas y herramientas han sido destruidas junto con todo nuestro aprendizaje subjetivo, incluyendo el conocimiento subjetivo sobre las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Sin embargo, sobreviven las bibliotecas y nuestra capacidad de aprender en ellas. Está claro que, tras muchas penalidades, nuestro mundo puede echar a andar de nuevo.
Experimento (2). Como antes, han sido destruidas las máquinas y herramientas, junto con nuestro aprendizaje subjetivo que incluye nuestro conocimiento subjetivo de las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Pero, esta vez, también han sido destruidas todas las bibliotecas, de manera que nuestra capacidad para aprender de los libros se hace inútil. [107] Si reflexionamos acerca de estos dos experimentos, tal vez se vea un poco más clara la realidad, significación y grado de autonomía del tercer mundo (así como sus efectos sobre el segundo y el primero). Esto es así porque, en el segundo caso, nuestra civilización no volvería a emerger hasta al cabo de muchos milenios. Es mi deseo defender en esta conferencia tres tesis fundamentales que conciernen a la epistemología. Entiendo la epistemología como la teoría del conocimiento científico. (...) el conocimiento científico pertenece al tercer mundo, al mundo de las teorías objetivas, de los problemas objetivos y de los argumentos objetivos. (...) Mi primera tesis entraña la existencia de dos sentidos distintos de conocimiento o pensamiento: (1) conocimiento o pensamiento en sentido subjetivo que consiste en un estado mental o de conciencia, en una disposición a comportarse o a reaccionar y (2) conocimiento o pensamiento en sentido objetivo que consiste en problemas, teorías y argumentos en cuanto tales. El conocimiento en este sentido objetivo es totalmente independiente de las pretensiones de conocimiento de un sujeto; también es independiente de su creencia o disposición a asentir o actuar. El conocimiento en sentido objetivo es conocimiento sin conocedor: es conocimiento sin sujeto cognoscente.
K. R. Popper, Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista, Ed. Tecnos, págs. 107 y 108.

          Debería ser evidente que la objetividad y la racionalidad del progreso en la ciencia no se deben a la objetividad y a la racionalidad personales del científico. La gran ciencia y los grandes científicos, como los grandes poetas, se inspiran a veces en intuiciones no racionales. Así ocurre con los grandes matemáticos. Como señalaron Poincaré y Hadamard [véase de éste The Psychology of Invention in the Mathematical Field], una demostración matemática puede ser descubierta por ensayos inconscientes y estar guiada por una inspiración de carácter decididamente estético antes que por el pensamiento racional. Esto es verdad, y es importante. Pero es evidente que eso no hace que el resultado, esto es, la demostración matemática, sea irracional. En cualquier caso, una demostración debe ser capaz de resistir la discusión crítica, el examen a que la sometan matemáticos competentes. Y esto puede muy bien inducir al inventor matemático a controlar, racionalmente, los resultados a los que ha llegado inconsciente o intuitivamente. Análogamente, los bellos sueños pitagóricos de Kepler de la armonía del sistema del mundo no invalidan la objetividad, la contrastabilidad ni la racionalidad de sus tres leyes, ni la racionalidad del problema que estas leyes plantean a una teoría explicativa.
K. R. Popper, El mito del marco común, Ed. Paidós, p. 32.

          Mi posición es la siguiente: estoy principalmente interesado en el conocimiento objetivo y en su aumento, y sostengo que no podemos comprender nada sobre el conocimiento subjetivo, si no es a través del estudio del aumento del conocimiento objetivo y del toma y daca que se produce entre ambas clases de conocimiento (en donde el conocimiento subjetivo consiste más en tomar que en dar).
K. R. Popper, El cuerpo y la mente, Ed. Paidós, p. 34.

Por lo general, el conocimiento objetivo es el resultado de teorías rivales que se proponen provisionalmente para solucionar algún problema conocido objetivamente. Su admisión en el ámbito objetivo, o en la esfera pública, es aceptada únicamente tras una prolongada discusión crítica basada en pruebas.
K. R. Popper, El cuerpo y la mente, Ed. Paidós, p. 45.

No se puede hablar sin dar rienda suelta a los sentimientos. No se puede comunicar sin suscitar sentimientos en otras personas. Por tanto, no se puede realizar una descripción sin expresarse a sí mismo ni suscitar sentimientos. Pero eso no hace que la descripción en sí sea subjetiva. La descripción es objetiva en el siguiente, y muy exacto sentido: a saber, puede ser criticada desde el punto de vista de la verdad objetiva, y el resultado de la crítica –al menos eso sería lo ideal– debería ser completamente independiente del primero y segundo nivel. Por supuesto, no siempre es así, pero con gran frecuencia puede ser así en una gran cantidad de casos. Una discusión científica puede ser muy acalorada, y en ella pueden intervenir gran cantidad de emociones, pero, por lo general, en el transcurso del tiempo, en el curso de los siglos, los resultados de las discusiones científicas son en gran medida independientes del acaloramiento y de los niveles emocionales que una vez estuvieron asociados a ellas.
K. R. Popper, El cuerpo y la mente, Ed. Paidós, pp. 147-148.

Popper sugiere que “la nueva ética profesional, aplicable no sólo a los científicos, se base en los doce principios siguientes [principios que están íntimamente relacionados con la exigencia de tolerancia y honestidad intelectuales que Jenófanes formuló y practicó hace 2.500 años].
1. Nuestro conocimiento conjetural objetivo supera cada vez más lo que una única persona pueda dominar. Por consiguiente no hay autoridades. Esto es verdad incluso en el seno de las diferentes especialidades médicas.
2. Es imposible evitar todos los errores, e incluso todos los errores que, en sí mismos, son evitables. Todos los científicos cometen errores continuamente. Ha de revisarse la vieja idea de que los errores son evitables y de que por consiguiente se está en la obligación de evitarlos: ello mismo es un error.
3. Sigue siendo nuestro deber hacer cuanto podamos para evitar los errores. Pero, precisamente para evitarlos, hemos de ser conscientes de lo difícil que es eludirlos y del hecho de que nadie consigue evitarlos todos; ni siquiera lo logran los científicos más creativos guiados por la intuición. Aunque nada podamos hacer sin ella, la intuición yerra con más frecuencia que acierta.
4. Los errores pueden esconderse en nuestras teorías mejor corroboradas, siendo la tarea específica del científico buscar tales errores. Hallar que una teoría bien corroborada o una técnica práctica muy empleada está equivocada puede ser un descubrimiento de la mayor importancia.
5. Por consiguiente hemos de cambiar nuestra actitud hacia nuestros errores. Aquí es donde debe empezar nuestra reforma ética práctica, dado que la actitud de la vieja ética profesional nos lleva a encubrir nuestros errores, a mantenerlos secretos y a borrarlos de la mente lo antes posible.
6. El nuevo principio básico es que, a fin de evitar cometer más errores de los necesarios, hemos de aprender de los errores cometidos. Por tanto, encubrir los errores es el máximo pecado intelectual.
7. Por tanto, hemos de estar perpetuamente a la caza de errores, especialmente de nuestros propios errores. Cuando demos con ellos, debemos recordarlos y debemos examinarlos desde todos los puntos de vista a fin de comprender mejor qué ha ido mal.
8. La actitud autocrítica, la franqueza y la sinceridad con uno mismo, por tanto, forman parte del deber de todo el mundo.
9. Dado que hemos de aprender de nuestros errores, también hemos de aprender a aceptar, dando las gracias además, que otros nos los señalen. Cuando llamamos la atención de otras personas sobre sus errores, hemos de recordar siempre que nosotros mismos hemos cometido errores semejantes. También hemos de recordar que los grandes científicos han cometido grandes errores. Ciertamente no ha de entenderse que tal cosa implique que nuestros errores son perdonables en general: errores, de modo que cuando llamemos la atención de los demás sobre sus errores, deberíamos ayudarles señalando también esto.
10. Debemos tener presente en nuestras mentes que necesitamos que otras personas descubran y corrijan algunos de nuestros errores (del mismo modo que necesitan que nosotros lo hagamos con los suyos); especialmente en el caso de otras personas que han crecido con ideas distintas en diferentes ambientes culturales. También esto conduce a la tolerancia.
11. Hemos de aprender que la mejor crítica es la autocrítica, aunque es imprescindible la crítica ajena. Es casi tan buena como la autocrítica. 12. La crítica racional (u objetiva) ha de ser siempre específica: ha de dar razones específicas de por qué parecen ser falsos algunos enunciados o hipótesis específicas o por qué no son válidos algunos argumentos específicos. Ha de regirse por la idea de aproximarse a la verdad objetiva. En este sentido, ha de ser impersonal, aunque compasiva.”
K. R. Popper, El mundo de Parménides, Ed. Paidós, pp. 92-94.

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