lunes, 2 de enero de 2012

¿ES POSIBLE EL CONOCIMIENTO OBJETIVO? OLIMPIADA DE FILOSOFÍA

          En todas las ciencias demostrativas, las reglas son seguras e infalibles, pero, cuando las aplicamos, nuestras facultades falibles e inseguras son muy propensas a apartarse de ellas y caer en el error. Por consiguiente, en todo razonamiento tenemos que formar un nuevo juicio que sirva de prueba o control de nuestro juicio o creencia, y debemos ensanchar nuestras miras a fin de abarcar una especie de historia de todos los casos que en nuestro entendimiento nos han engañado, en comparación con aquellos en que su testimonio fue exacto y verdadero. Nuestra razón debe ser considerada como una especie de causa, cuyo efecto natural es la verdad, pero de una índole tal que puede verse frecuentemente obstaculizada por la irrupción de otras causas, así como por la inconstancia de nuestros poderes mentales. Todo conocimiento se degrada de este modo en probabilidad, y esta probabilidad es mayor o menor según nuestra experiencia de la veracidad o engaño de nuestro entendimiento, y según la simplicidad o complejidad del tema. No existe algebrista ni matemático tan experto en su ciencia que llegue a otorgar plena confianza a una verdad nada más descubrirla, y que no la considere sino como mera probabilidad. Cada vez que revisa sus pruebas aumenta su confianza; la aprobación de sus amigos la aumenta aún más, pero es la aprobación universal y los aplausos del mundo ilustrado lo que la lleva a su más alto grado. Ahora bien, resulta evidente que este paulatino aumento de seguridad no consiste sino en la adición de nuevas probabilidades y que se deriva de la unión constante de causas y efectos, de acuerdo con la experiencia y observación pasadas. (…) Por consiguiente, (…) todo conocimiento se reduce a la probabilidad y en definitiva acaba siendo de la misma naturaleza de la evidencia que empleamos en la vida corriente… Esta duda escéptica con respecto tanto a la razón como a los sentidos es una enfermedad que nunca puede ser curada del todo, sino que tiene que acecharnos en todo momento, por más que la ahuyentemos a veces y ocasionalmente podamos parecer libres por completo de ella. No existe sistema alguno que pueda defender ni nuestro entendimiento ni nuestros sentidos; por el contrario, aún los exponemos más al peligro cuando intentamos justificarlos de ese modo. Como la duda escéptica surge naturalmente de una reflexión profunda e intensa sobre estos asuntos, aumentará más cuanto más avancemos en nuestras reflexiones, lo mismo si confirman la duda que si se oponen a ella. Sólo la falta de atención y el descuido pueden procurarnos algún remedio. Y por esto es por lo que confío totalmente en esta despreocupación: estoy seguro de que, sea cual sea la opinión del lector en este preciso instante, dentro de una hora estará convencido de que hay un mundo externo y un mundo interno.
David Hume. Tratado de la naturaleza humana. Parte IV.

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