miércoles, 29 de diciembre de 2010

DAVID HUME (II) Investigación sobre los principios de la moral.

Parece evidente que nunca se puede dar cuenta mediante la razón de los fines últimos de las acciones humanas, sino que se recomiendan enteramente a los sentimientos y afectos de la humanidad, sin ninguna dependencia de las facultades intelectuales. Preguntad a un hombre por qué hace ejercicio; responderá: porque desea conservar su salud. Si preguntáis entonces: por qué desea la salud, replicará en seguida: porque la enfermedad es dolorosa. Si lleváis más lejos vuestras preguntas y deseáis una razón de por qué odia el dolor, es imposible que pueda ofrecer alguna. Éste es un fin último, y nunca se refiere a ningún otro objeto.
Quizás pueda responder también a vuestra segunda pregunta, por qué desea la salud, que es necesaria para el ejercicio de su vocación. Si le preguntáis ¿Por qué? Dirá que es el
instrumento del placer. Y más allá de esto resulta absurdo pedir una razón. Es imposible que pueda haber un progreso in infinitum; y que una cosa pueda ser siempre la razón por la que se desea otra. Algo debe ser deseable por sí mismo y a causa de su acuerdo o conformidad inmediata con el sentimiento y el afecto humanos.

Hume, D.: Investigación sobre los principios de la moral, Apéndice I, secc. V, pp. 167, Espasa-
Calpe, 1991

La finalidad de todas las especulaciones morales consiste en enseñarnos nuestro deber; y, mediante representaciones adecuadas de la deformidad del vicio y la belleza de la virtud, producir los hábitos correspondientes, comprometiéndonos a evitar el primero y abrazar la segunda. Pero, ¿cabe esperar obtener alguna vez este resultado a partir de las inferencias y conclusiones del entendimiento, que por sí mismas no tienen control de los afectos de los hombres ni ponen en movimiento sus poderes activos? Estas inferencias y conclusiones descubren verdades; pero cando estas verdades nos resultan indiferentes, y no provocan ni deseo ni aversión, no pueden tener ninguna influencia en nuestra conducta y comportamiento. Lo que es honorable, o que es justo, lo que es conveniente, lo que es noble, lo que es generoso toma posesión de nuestro corazón y nos incita a abrazarlo y conservarlo. Lo que es inteligible, lo que es evidente, lo que es probable, lo que es verdadero procura únicamente la fría aprobación del entendimiento; y, gratificando una curiosidad especulativa, pone con ello fin a nuestras investigaciones.
Extínganse todos los cálidos sentimientos y predisposiciones a favor de la virtud, y todo disgusto o aversión por el vicio. Vuélvase a los hombres completamente indiferentes hacia estas distinciones, y la moralidad no será ya una investigación con aplicaciones prácticas, ni tenderá en lo más mínimo a regular nuestras vidas y acciones.

Hume, D.: Investigación sobre los principios de la moral, Sección I, pp. 34, Espasa-Calpe, 1991

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